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Por el Norte: Día 5 Gernika - Portugalete

Ivan Blanco

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Después de haber dormido en un lugar lleno de historia, arte y símbolos como los que se pueden encontrar en Gernika, la persistente lluvia del Norte decidió acompañarme un poco más hasta llegar a las colinas de una destacada ciudad vasca...

Mi quinto día del Camino del Norte comenzaba con una nueva amiga, la peregrina Camille (vuelve al día 4 para saber más), con la que fui a por el ritual típico de una mañana peregrinera, nos lanzamos a por un buen desayuno:

Desayuno Bicigrino

Desayuno de campeones

Viendo la lluvia caer intensamente, tomé la oportunidad para hacerle a Camille una de mis foto entrevistas del Camino (uno de mis proyectos para mis Caminos en el que retrato y hago preguntas a peregrinos y gente local relacionados con el Camino de Santiago).

Con otro desayuno de campeones, mi barriga bien llena y sin visos de ver la lluvia remitir, siendo además ya las 10:30, cubrí mis alforjas lo mejor posible y me puse de nuevo en ruta hacia Santiago. Deseándole un buen y merecido descanso a Camille, me aventuré con mi querida Orbea por unos senderos más arduos que de costumbre, poniéndola a prueba por rutas enfangadas y estrechas que me dejaron más moreno que en un solárium...

Nieblina

Quinto consejo ciclista para el Camino: sobre todo en el Camino del Norte, llévate chubasquero y fundas para la lluvia, casi seguro las necesitarás en algún momento de tu periplo.
— 10 de junio 2015

A veces los cambios más grandes cambios de la vida vienen de las decisiones que parecen menos importantes

Los gallegos (región al noroeste de España) nos caracterizamos por nuestra perseverancia y terquedad, así que llevé hasta sus límites mi igualmente decidida bici vasca; puedes ver aquí (sólo en inglés; alternativa española aquí) la preciosa historia de la legendaria marca de bicis Orbea en palabras del ex-ciclista profesional Pedro Horrillo para Rouleur.

Con persistencia vasca y gallega, conseguí un ascenso heroico para mí llevando mis casi 25 kg de bici y alforjas a la colina de una de las ciudades más conocidas y grandes del País Vasco: ¡la ciudad de Bilbao! Con un timing perfecto, la lluvia se paró justo a tiempo para dejarme hacer unas fotos y disfrutar de la belleza natural vasca:

¡¡¡Bilbao!!!

Bilbao, conocida internacionalmente por albergar una de las obras arquitectónicas mas destacadas del mundo, el impresionante Museo Guggenheim, tiene sin embargo mucho más que ofrecer que eso. Es la décima ciudad de España y aunque está marcada por un importante origen industrial, se ha convertido en una ciudad cosmopolita que une su herencia vasca con una re-urbanización moderna creando una ciudad viva y conectada con los tiempos actuales.

En definitiva, Bilbao es una ciudad que bien vale la pena visitar si se viaja al País Vasco o, como en mi caso, se atraviesa peregrinando. Sin embargo no soy muy aficionado a las grandes ciudades y menos aún a los grandes albergues masificados que suelen tener, por lo que me fui en dirección hacia la siguiente ciudad en el Camino, Portugalete (no no, no preguntes, nada que ver con Portugal ;) ). Aún sin ser todo lo que hay, no pasar por el Guggenheim estando en Bilbao, es como visitar París sin pasar por la Torre Eiffel... Así que desviándome del Camino, seguí el río Nervión para sacar por lo menos dos fotos de este logro arquitectónico de Frank Gehry; échale un vistazo a su TED Talk (hay opción para subtítulos en español) para conocer más sobre este fantástico artista.

El impresionante Museo Guggenheim de Frank Gehry

Después de sacar algo más que un par de fotos de este emblemático museo y bastante alejado del Camino del Norte original, continué por la orilla del río con la esperanza de llegar a un puente... Sin embargo no encontré ninguna forma de atravesarlo y acabé adentrándome de lleno en la zona industrial de Bilbao, una de las principales piezas de la maquinaria industrial de España:

Sin ser las idílicas rutas naturales del Camino del Norte, este desvío me permitió apurar el ritmo y llegar a Portugalete más pronto que en otras ocasiones. Deseando ya cruzar el río, perplejado me quedé al ver que no había ningún puente, pero aun así, conseguí cruzarlo... y no no, no he tenido que poner a prueba la flotabilidad de mi bici ni tampoco mis habilidades de nadador, ni tampoco estaban los remadores de la zona dispuestos a portear mis 25 kg... La forma de cruzar el río en Portugalete es con un puente de lo más peculiar y que nunca había visto antes, conformándose por sí mismo como la construcción más importante de Portugalete: el Puente de Vizcaya.

¡El puente de Vizcaya!

Lo que se ve es una especie de cabina que transporta coches, personas, bicicletas y como en mi caso, peregrinos, a través del río Nervión; también llamado puente colgante. Erigido en 1893, el concepto es fruto de uno de los discípulos de Gustave Eiffel, Alberto Palacio, quién ante la necesidad de crear un puente de fácil paso para los barcos pero a un coste reducido, fue ésta la original idea que se le ocurrió. Tanto es así, que la unión de su eficiente funcionalidad y belleza hicieron que fuera escogido a formar parte por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, siendo así el único monumento industrial de España con ésta distinción.

Camino North - Day 05 - Copyright Ivan Blanco - LR-6924.jpg

Tras este hermoso salto me fui a buscar el albergue municipal, para acabar descubriendo que estaba... cerrado. Además, la pensión más cercana se llenó justo 10 minutos antes de que llegara. Sin embargo, me ayudaron a encontrar otras pensiones e incluso llamaron algunas directamente para preguntar si tenían disponibilidad. Así fue y ello me llevó a mi siguiente sorpresa urbanística, me indicaron que había que subir y que podría utilizar las cintas transportadoras.. ¿en serio? ¿Cintas? Me rasqué la cabeza y acabé deduciendo que querían decir ascensores.. pero sorpresa, sorpresa, las cintas transportadoras son reales. Me callé la boca y al menos no está nada mal que otro medio lleve mi bici de vez en cuando.

Acomodado en mi hogar para este día y sin otros peregrinos a la vista, me lancé a esta encantadora ciudad, buscar mi cerveza favorita (puedes ver el amor que le tengo a partir del día 3 de mi Camino Francés) y terminar mi quinto día con uno de los  atardeceres más increíbles que jamás he visto en mi vida. Me pasé literalmente una hora entera sacando fotos.

¡Explosión de colores!

A pesar de las tormentas, lluvia, barro y demás inconvenientes, no desesperes, el Camino de Santiago es una prueba de sacrificio y entrega que te acaba recompensando con gratificantes descubrimientos, despertando hasta el más explorador en ti.

Si quieres ver más de esos momentos, estate atento a mis próximas entradas de mi Camino Por el Norte en FacebookTwitterInstagram o Pinterest.

Por el Norte: Día 4 Zumaia - Guernika

Ivan Blanco

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Cuando una foto dice más que mil palabras ...

El Flysch de Zumaia

Con tal paisaje Ingmar, Don, Robert y yo terminábamos el día anterior de la mejor manera posible, añadiendo la deliciosa cocina vasca como toque final (vuelve al día 3 aquí).

Café del Ciclista

Sin embargo, lo que probablemente es la mayor constante en cualquier Camino, es que es una aventura que te empuja a seguir adelante día tras día. Despertándome por fin a una hora más decente que la habitual, aproveché para hacerle a Robert una de mis foto entrevistas junto con un delicioso desayuno. Tras desearnos el típico "Buen Camino" volví al convento-albergue y le hice también la foto entrevista a la hospitalera Mari. Ya con todo listo, decidí revisar mis frenos ya que uno no funcionaba bien... desgraciadamente, por lo visto, los frenos de disco no son fáciles de regular y mi talento mecánico es probablemente peor de lo que esperaba. Por lo tanto, tuve que recurrir a lo que la mayoría de ciclistas y bicigrinos deberían antes de cualquier gran viaje:

Cuarto consejo ciclista para el Camino: si como yo, el único aceite que manipulas es el de oliva para echarlo a tus ensaladas, entonces acude a tu mecánico y revisa tu bici para un viaje más seguro.
— 9 de junio 2015

Uno de los elementos más bonitos del Camino del Norte: ¡el mar!

Por suerte, había un taller de bicis en Zumaia y sólo me quedaba empujar mi bici sin frenos hasta allí. Si te interesa saber, los frenos de disco, al contrario de los de aro, tienen un tipo de empuje hidráulico que es lo que hace frotar la pastilla con el disco, en algunos casos, el aire interno o mismo la arenilla pueden acabar bloqueando los frenos... por supuesto, un freno bloqueado no es el tipo de bici ideal para un viaje de 900 kilómetros. Gracias a José, la bici quedó perfecta para el resto de mi viaje y fue una de las mejores decisiones que podía haber tomado.

Listo para arrancar, la mayor parte de mi ruta iba a ser por carretera, pero no sin antes adentrarme un poco por caminos más salvajes. Hasta tal punto, que me encontré con una familia de caballos y me paré a sacarles unas fotos, de repente les picó la curiosidad y empezaron a rodearme... me puse un poco nervioso porque igual venían para defender a su cría, pero parece que les interesaba más mi querida Orbeiña...

Pasión ciclista

Premio a los peregrinos hiper mega sonrientes :)

Son éste tipo de momentos la razón por las que prefiero ir por senderos naturales, a veces hasta tal extremo que incluso los peregrinos a pie no suelen utilizarlos, como podrás ver en mis próximas entradas... Y bien que hice, ya que más tarde me crucé también con Don e Ingmar, los peregrinos daneses del día anterior y más felices que jamás he conocido, como se puede ver en esta bella imagen:

Con tan buen inicio de jornada y con dos de mis fotos más captivantes del Camino, acabé en Debia para hacer una rápida parada de tortilla y cerveza. Tras un par de vueltas, entré en un bar en el que iba acabar quedándome más de lo pensado. Curiosos por mis cámaras y viaje, los primeros en hablarme fueron Marisa y José Alberto, lo cual acabó en una interestante conversación cinematográfica, ya que hace algunos años habían visitado Santiago para el rodaje de Flor de Santidad. Una historia ambientada en Galicia y basada en una novela de Ramón María del Valle-Inclán, que es uno de nuestros dramaturgos literarios más célebres, que es como nuestro equivalente español a lo que Shakespeare es para la literatura inglesa.

Horno de Cal

Calero de Urasandi (pincha en la foto para más información)

Tras este giro artístico, al poco de irse Marisa y José Alberto, hice otra buen encuentro con Juan Bosco que amablemente me describió las rutas por Debia y cuáles debería tomar. Sin subestimar la amabilidad de otros lugares, Debia se convirtió en uno de los más agradables de todo mi Camino, hasta tal punto que incluso dejándolo hice otro gran encuentro, Josema. Habiéndome parado un momento para comer una barrita energética justo antes de una subida muy muy muy empinada... un coche se paró y el conductor empezó a hablar conmigo. Josema también solía ir en bici por al zona hace unos años, así que me recomendó seguir por la orilla del mar, ya que la ruta por donde pensaba ir era demasiado fangosa y cuesta arriba. De nuevo la coincidencia hizo que estaba justo en frente a una construcción histórica de la que ni siquiera me habría dado cuenta si no fuera por Josema, era un antiguo horno de cal en el que incluso su abuelo solía trabajar, hasta había un cartel que explicaba su funcionamiento y estructura. Lo mejor de lanzarte a la aventura, es que hay amigos e historias detrás de cada esquina, lo que hace viajar una experiencia única, siempre y cuando estés dispuesto a mantener los ojos bien abiertos.
 

Tener los ojos bien abiertos es siempre bueno, especialmente si te encuentras en el norte de España, porque aquello de lo que me libré en mis primeros días, finalmente tenía que acabar llegando sí o sí... nuestra tan común lluvia del Norte, que me sorprendió en el corazón del País Vasco. Refugiándome en el portal de una casa cercana, aproveché para recargar las pilas y salí a la carretera apenas amainó un poco.

Días nublados del Camino del Norte

Parecía que el tiempo me anticipaba para la ciudad donde iba dormir ese día, una ciudad que quedó marcada en la memoria histórica y artística de España, siendo la lluvia el reflejo del duelo y estupor que la fatalidad de la guerra marcó a puño en lo que se conoce como: Guernika.

Guernika-Lumo, o lo que queda del fatídico suceso, es un mero reflejo de lo que fue brutalmente utilizado por los nazis y el grupo fascista español como prueba de campo para los bombardeos aéreos durante la Segunda Guerra Mundial. Fue uno de los primeros ataques aéreos contra una población indefensa y con consecuencias tremendamente devastadoras. La indignación y conmoción de la comunidad internacional llegó a todos los niveles. Muchos artistas no quedaron indiferentes ante este cruel acontecimiento, por lo que crearon obras tan simbólicas como el famoso cuadro de Picasso El Guernica, expuesto en el Museo Reina Sofía de Madrid. Esta gigante obra de 3m por 7m, se resume en palabras del propio artista:

En el panel en el que estoy trabajando, que llamaré Guernica, y en todas mis obras recientes del arte, expreso claramente mi aborrecimiento de la casta militar que ha hundido a España en un océano de dolor y la muerte.
— Pablo Picasso

Así fue que la historia, símbolos y la meteorología me recibían en Guernika. El primer intento de encontrar cama en el albergue municipal se frustró rápidamente debido al completo de un gran grupo de estudiantes franceses. Gracias a unos peregrinos que tenían un par de guías y números, conseguí llamar, junto a otra peregrina con el mismo problema, a una pensión en el centro. Conocí entonces a Camille de Francia que había estado caminando desde Irún. Estaba cansada y se fue casi directamente a la cama, yo sin embargo, estaba hambriento como un lobo de mis casi 70 kilómetros de ruta:

A esto le llamo yo llenar el depósito

Por suerte, no he tenido que irme muy lejos para llenar la barriga, justo debajo de la pensión había un bar restaurante donde me zampé un sabrosísimo plato de Codillo al horno con vino vasco. El Codillo viene de las patas del cerdo, en el punto de unión del codo de cada pata, es una carne muy sabrosa y aromática, pero que necesita una cocción de varias horas. Me lo sirvieron con ricas patatas y deliciosos Pimientos de Padrón; producto típico de mi querida tierra gallega.

Amigos de todos los tipos y origen, la tan habitual lluvia del Norte, historia, símbolos, arte y una gran cena como colofón final... eso es otro típico día en el Camino de Santiago, una experiencia que no deja de sorprenderte una y otra vez.

Si quieres ver más de esos momentos, estate atento a mis próximas entradas de mi Camino Por el Norte en Facebook, Twitter o Instagram!

Por el Norte: Día 3 Ulia - Zumaia

Ivan Blanco

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Llegado de nuevo tarde el día anterior y acumulando otro día más de salidas tardías... mi lema estos primeros días de mi Camino del Norte podría ser: sería una persona madrugadora, si la madrugada ocurriera alrededor del mediodía ;)

Desayuno de campeones

Para no variar, fui el último peregrino en dejar el albergue pero justo a tiempo para saludar rápidamente a los peregrinos valencianos que me habían salvado la noche anterior. Cabe decir en mi defensa, que con las vistas que ofrece el albergue Ulia sí vale la pena que las sábanas se le peguen a uno un poco más y disfrutar de este magnífico lugar.

Además, ésto me empujó a hablar con Susana y Peio que trabajan allí, animándome a hacer otra de mis foto entrevistas a la que Peio accedió amablemente. El precioso perro del albergue decidió unirse a nosotros, por lo que con todo esto, no había mejor manera de iniciar éste día de la semana, normalmente temido por muchos... mi primer Lunes en el Camino. 

La belleza de San Sebastián

Normalmente, en bici es aconsejable empezar el día con una cuesta arriba; terminando el día anterior a los pies de una subida, ya que las fuerzas y energías son más altas. Sin embargo, ésto no quita que es una verdadera gozada descender un precioso bosque y tener como fondo una ciudad tan maravillosa como San Sebastián.

Una vez allí, mi primera tarea era arreglar un error más habitual de lo deseado cuando uno se lanza a largas jornadas en bici... ¡comprarme crema solar!

 
3er consejo ciclista para el Camino: cuando te lanzas en bici por más de 4 horas, siempre siempre, ponte protección solar, incluso en días nublados, es más seguro y.... brazos y piernas rojas no suelen ser muy sexys ;)
— 8 de junio 2015
 

Tras avituallarme con un par de frutas y refrescos, me puse la tan necesitada crema solar en ésta tercer día soleado que se estaba presentando. A pesar de no haberme zambullido en la tentadora Playa de la Concha, pasé bastante tiempo en San Sebastián disfrutando de la brisa y el encanto de la misma. Hasta tal punto que no la dejé hasta las 2 de la tarde... con tan mala suerte que cuando me iba un viejo amigo se dignó a visitarme de nuevo ... ¡Don Pinchazo! Siendo casi un experto, cambié rápidamente la rueda y me sumergí en el extraordinario espacio natural del Monte Igueldo. Subiendo vi el primer bicigrino en mi Camino del Norte, pero lo perdí y no volvería a verlo. Me crucé con una peregrina alemana que estaba agotadísima de caminar toda la mañana, le pregunté si necesitaba algo y lo único que ansiaba era llegar ya a un albergue. Deseándole un buen Camino, seguí y para mi sorpresa me encontré con los peregrinos de Valencia que me habían salvado el día anterior, con ese pedazo providencial de tortilla (día 2 de mi Camino del Norte). Estaban almorzando, me uní a ellos con una cervecita bien fresca y hablamos sobre nuestro Camino actual y pasados.

Vistas del monte Igueldo

Mis salvadores valencianos :)

Carretera o sendero...

Con sólo 20 kilómetros en mi contador, me tocaba recuperar el tiempo perdido de mis típicos despertares tardíos por lo que continué hasta Orio, dónde quería buscar información en la oficina de turismo. Pero siendo España y la hora del almuerzo, la mayoría de tiendas y oficinas suelen estar cerradas (de 14:00 a 16:00 normalmente), especialmente en pueblos pequeños como éste. Con un poco de hambre y sed, y casi las 16:00, pillé un poco de mi jamón y rellené mi depósito de agua. En la fuente del pueblo me crucé con un turista francés que también esperaba a que la oficina de turismo abriera. Fue divertido volver a hablar francés tras unos días de inmersión hispana, pensando que también era un peregrino, era todo lo contrario, más bien otra afición típica de la zona, olas y surf. Mientras hablábamos, una mujer del pueblo nos indicó que la chica de la oficina seguramente estaría aún con su hijo en la escuela. Por lo que cada uno continuamos nuestros caminos y una vez me fui de Orio, me di cuenta de algo que tarde o temprano tenía que ocurrir... Al igual que en mi último Camino, cuando casi pierdo mi móvil, en éste tenía que perder algo de nuevo... mis gafas de sol. Lo bueno es que, no suelo comprar gafas caras y llevaba conmigo un segundo par por si acaso, por lo que seguramente le di una buena alegría a algún niño o vecino de Orio.

Sendero obviamente!

La ruta después de Orio era un puro placer para cualquier ciclista o peregrino, las vistas impresionantes y los pueblos con los que uno se cruza hacían aumentar las ganas de viajar y explorar a su punto más alto, como se puede ver con la magnífica Getaria; conocida principalmente por ser la ciudad natal de Juan Sebastián Elcano, famoso por ser el primer explorador en dar la vuelta al mundo, qué buen encuentro para alguien cruzando el Norte de España.

La belleza de Getaria

A pesar de la belleza histórica y actual de Getaria, mi destino final del día se encontraba a unos kilómetros más. Tras esta corta jornada de Camino, como se puede ver en mi ruta a continuación, llegué a la encantadora Zumaia para dormir en un albergue de lo más peculiar...

A pesar de las indicaciones, localizar el albergue municipal se estaba conviertiendo en una tarea más complicada que planeado. Algunas personas me decían que solía haber uno, pero que ahora estaba cerrado. El municipal sin embargo, debería estar abierto, pero el año pasado por estas fechas estaba cerrado... así que las dificultades iban aumentando de manera exponencial y la noche ya acechaba... Por suerte, un local vio mi cara de perdido y me ayudó a encontrarlo, de hecho, se encontraba justo a la vuelta de la esquina. Una pequeña puerta casi sin señalizar era la entrada del albergue municipal, el cual resultó ser uno de los más bonitos que jamás me alojé. Hace unos años solía ser un convento; al irse las últimas monjas que lo habitaban, el ayuntamiento de Zumaia se hizo cargo y lo transformó en albergue para peregrinos. Con el suelo y puertas de madera, además de encantador tiene prácticamente de todo: una sala para guardar las bicis, un área común para cocinar y tocar la guitarra, etc. Pero lo mejor de todo, es la hospitalidad de Mari la hospitalera. Su amabilidad y disponibilidad son ejemplares, incluso ofrece un servicio de lavado de ropa y su sonrisa es constante. Es el tipo de albergue que deseas quedarte, con una mezcla de origen histórico y una gran hospitalidad (más información aquí).

Zumaia

Ingmar, Don, Robert y yo

Más alegrías estaban por llegar, compartí mi habitación con un peregrino alemán, Robert, que escogió el Camino del Norte como el primero; la mayoría de la gente suele elegir el Camino francés, como fue mi caso el año pasado (puedes verlo aquí). Llevaba caminando unos días con otros dos peregrinos, los daneses Ingmar y Don, padre e hijo, que estaban haciendo el Camino del Norte juntos como ya lo habían hecho antes con el francés. Conectamos rápidamente y tan pronto como acabé mi ducha, seguimos la sugerencia de Mari de ir hasta la zona del Flysch, junto a la ermita de San Telmo y al otro lado del pueblo. No hay forma de describir la emoción de estar ante un paisaje tan bello, tras haber pasado 3 días en bici y con una compañía peregrina de lo más agradable sólo faltaban... las cervezas, que ya estaban pedidas y a punto de ser servidas, ya sólo nos quedaba plasmarnos ante este fantástico paisaje:

El Flysch de Zumaia

Patatas Alioli

Después de semejante experiencia, no hay casi nada que pueda hacerle frente... exceptuando quizás la deliciosa cocina vasca a la que nos lanzamos: txakoli (un vino blanco seco típicamente vasco), unas patatas al alioli (muy bueno, pero aún no conseguí encontrar uno que le gane al que probé en Estella durante mi Camino Francés), una sabrosa cerveza Keler y otras delicias, que completaron otra jornada maravillos en el Camino. Fue el toque final perfecto para cualquier peregrino.

Sólo nos quedaba volver al convento y para disfrutar de un merecido descanso, sin embargo, pasamos un rato más con nuestra encantadora anfitriona y descubrimos que en el bar donde comimos trabaja la hermana de Mari, y que incluso la había llamado para que nos esperara. Son este tipo de cosas que hacen del Camino una de esas experiencias que no te dejan de sorprender y motivan a repetirlo.

Mi tercera jornada del Camino del Norte terminó con la mejor compañía y en el mejor lugar, mis niveles de motivación se encontraban en su nivel más alto y estaba ansioso por descubrir mis próximos destinos y encuentros. Si quieres descubrirlos también, estate atento a mis próximas entradas de mi Camino del Norte!